Some months ago I wrote a post on TMT syndrome. It raised the interest of some followers and I was asked to prepare a larger op-ed for a bulletin (in spanish):
El síndrome TMT ante la destrucción creativa
Hoy en día podemos conocer con precisión las preferencias de lectura en una revista electrónica; podemos identificar cuántos acceden a ella y así nos podemos aproximar a las preocupaciones de los lectores. Health Affairs es una revista de referencia en política y gestión sanitaria y, en el ranking de artículos leídos en 2013, la primera posición la ocupa una revisión sobre una asignatura pendiente: la adopción de las tecnologías de la información en el sector salud [1]. El artículo se pregunta si las tecnologías de la información en Estados Unidos están interconectadas, ampliamente implantadas, utilizadas adecuadamente y si se ha producido el cambio organizativo esperado. La respuesta a cada cuestión es simplemente negativa. Y como todo artículo que desea resumir algo complejo en cinco páginas y recurre a generalizaciones, la conclusión a la que llega es parcial. Porque hay una gran mayoría de tareas pendientes por hacer y también hay otras que ya se han hecho y fueron publicadas en el propio Health Affairs cuatro años antes, como es el caso, por ejemplo, de Kaiser Permanente [2]. La barrera fundamental a la adopción de la tecnología tiene que ver con la organización y los incentivos. Entornos de atención fragmentada y con pago por acto médico tienen todos los ingredientes necesarios para que la adopción de tecnologías de la información se deje para otro día.
La tecnología está disponible, la organización está llamada a prepararse para adoptarla, pero en muchos casos, los incentivos escasean. De lo mucho que hay escrito al respecto, me sigue interesando el libro que coordinó Louise Liang desde Kaiser Permanente [3]. En él, los protagonistas de la experiencia de implantación de la historia clínica electrónica describen su visión y las perspectivas de futuro. Los últimos capítulos interesan en especial. Cuando el uso de aplicaciones móviles parece que sea el próximo milagro para la salud [4], David Eddy y Louise Liang se olvidan de ello y se concentran en explicar la importancia de las trayectorias en enfermos crónicos y los modelos probabilísticos que hay detrás del “Archimedes Model”. Todo dirigido a un solo objetivo: mejorar la toma de decisiones compartidas entre médico y paciente. De este modo, llegan al núcleo esencial del valor potencial de las tecnologías de la información: mejorar las decisiones y mejorar el proceso de atención.
Estoy convencido que estamos en el sector salud ante el síndrome TMT (too much technology, demasiada tecnología). Las organizaciones son incapaces de digerir la transformación potencial que tiene implicaciones cruciales en el coste y en la calidad. Los requisitos para que esta transformación sea efectiva se han descrito en múltiples ocasiones y ahora, en un contexto económico de límites a la inversión, puede que haya una barrera adicional a la organizativa.
En nuestro entorno próximo, hay casos ejemplares de adopción de historia clínica electrónica. Hay organizaciones que desde hace más de una década disponen de información digitalizada completa de la población que atienden [5], del mismo modo que hay entornos donde escasean ejemplos similares, como sucede en la sanidad privada.
La cuestión emergente es dilucidar hasta qué punto la digitalización generalizada en el sector salud será capaz de modificar ampliamente la “función de producción” de la salud tal como la conocemos hasta ahora. Con ello quiero referirme fundamentalmente a la asistencia sanitaria y a los comportamientos saludables.
Eric Topol ha sido capaz de resumir en un libro lo que está sucediendo y lo que puede suceder [6]. Más allá de confirmar las tendencias conocidas y sus implicaciones, al final, cuando llega al capítulo sobre la necesaria “plasticidad de los médicos”, nos muestra el panorama al que las organizaciones, los profesionales y el regulador han de enfrentarse próximamente.
En el capítulo relativo al “homo digitus”, nos aporta su conclusión: “La especie humana está digitalizando la propia especie, este es el agente último de cambio de la vida. Y esto va más allá de un simple cambio, es la esencia de la destrucción creativa que conceptualizó Schumpeter”. ¿Seguiremos en medio del síndrome TMT o finalmente entraremos en un proceso de destrucción creativa? Si alguien os plantea este dilema, desconfiad del reduccionismo; estoy convencido que estamos en medio del proceso, aunque no podemos dilucidarlo.
Referencias
[1] Kellermann AL, Jones SS (2013). What it will take to achieve the as-yet-unfulfilled promises of health information technology. Health Affairs, 32(1):63-8.
[2] Chen C, Garrido T, Chock D, Okawa G, Liang L (2009). The Kaiser Permanente Electronic Health Record: transforming and streamlining modalities of care. Health Affairs, 28(2):323-33.
[3] Liang LL, ed. (2010). Connected for Health: Using Electronic Health Records to Transform Care Delivery. San Francisco CA: Jossey-Bass.
[4] The Economist (2014). Health and happiness. 1st February.
[5] Saigí F (2007). La informatització de la informació sanitària: projectes i experiències d’història clínica compartida. Vol. 1, Cap 4. En: Universitat Oberta de Catalunya, Generalitat de Catalunya. Projecte Internet Catalunya. Modernització tecnològica, canvi organitzatiu i serveis als usuaris en el sistema de salut de Catalunya. Barcelona: UOC.
[6] Topol E (2012). The Creative Destruction of Medicine: How the Digital Revolution Will Create Better Health Care. New York: Basic Books.